domingo, 21 de abril de 2013

El concepto de historia em Cioran

http://planetcioran.blogspot.com.br/2007/03/el-concepto-de-la-historia-en-em-cioran.html
Nos han vendido la baratija de que toda noción de sentido, teleología, ineluctabilidad movimiental, de explicabilidad en suma; està intrínsecamente ligada a la noción de Historia. En todo caso, lo cierto es que, desde nos relacionamos con cualquier Filosofía de la Historia todas nos dicen, hasta el cansancio, que la Historia tiene un futuro, que marcha al ralentí o aceleradamente hacia un objetivo.

“Terrible o liberador, lo cierto es que la Historia tiene un futuro: será la bomba purgativa?, la redención de las clases oprimidas?, la llegada de seres de otro planeta?, la conquista de lejanos soles?...”(17)

El sentido de agridulces teleologías es mirìadico y susceptible de nuestra consideración segùn estén nuestros estados de ánimo. Veamos un ejemplo màs ilustrativo:

“El militante revolucionario que pasa de la cárcel del antiguo régimen a dirigir la policía del nuevo, considera su caso vivo exponente de que el triunfo de la libertad y la justicia es inevitable.”(18)

O sea, que cualquier tropiezo nimio que tengamos en nuestra azarosa vida cotidiana es motivo suficiente para proporcionarle magnitud planetaria al devenir de la humanidad y a su correspondiente correlato de sentido. Las ciencias históricas se alimentan precisamente de esa cadena de acontecimientos, -grandiosos o insignificantes- que presuntamente le dan “sentido” a la Historia. Al respecto convendría citar una desafiante frase antihistoricista de Cioran:

“Hay màs honestidad y rigor en las ciencias ocultas que en las filosofías que dan un “sentido” a la Historia.” (19)

Por doquier emergen teorías científicas basadas en rigurosas proyecciones estadísticas y vaca-sagradas explicaciones económicas que pretenden erigir cosmovisiones ontolumìnicas o apocalípticas en función de insertar la tragicidad y el azar individual que caracteriza la deriva planetaria en axiomáticas e inexorables “leyes históricas” que supuestamente habràn de cumplirse por efecto de una nunca bien comprobada inevitabilidad.

Por otra parte, tal como anotábamos en otro capítulo, Cioran reconoce que la materia prima de que està hecha la Historia es indudablemente, el tiempo y los actos o el movimiento.

Respecto del primero, nos dice el escritor:

“Tras haber echado a perder la eternidad verdadera, el hombre ha caído en el tiempo, ha logrado, si no prosperar, por lo menos vivir; lo cierto es que se ha acostumbrado. El proceso de esta caída y de ese acomodo reciben el nombre de Historia.”(20)

Como sostiene Fernando Savater, en su polémica tesis doctoral:

“El problema fundamental que la Historia presenta es el de nuestra ubicación en el tiempo; las teorías de la Historia sòlo tratan de resolver ese punto concreto y su corolario inmediato: què hacer?.”(21)

El tiempo, en consecuencia, està ligado umbilicalmente a la comisión de actos, sean estos capitales o vulgares. Asì, conectando estas especulaciones con las divagaciones del Génesis, tenemos que

“el primer acto que Adán comete es, justamente el pecado que le expulsa de su gratuita bienaventuranza.”(22)

Porque, una vez que el hombre sufre la evicción del Paraíso

“...se dedicó a llenarlo, a construir en èl torres de Babel; una serie de movimientos y acciones que constituyen, a la vez, su salvación provisional y su perdición definitiva”.(23)

De tal modo, el hombre renuncia a la muchas veces milenaria sabia lección de vivir en íntima comunión con la naturaleza y se entrega, con demònico ardor, a la satisfacción del apetito de poder que recibe el nombre de Historia. Porque, què es si no una dislocación cuando alguien dice: “Prefiero tal régimen político, tal sistema a tal otro”. Serìa màs honesto decir:

...”Prefiero tal policía a tal otra. Pues la Historia, en efecto, se reduce a una clasificación de policías; porque de què trata el historiador si no de la concepción del gendarme que se ha hecho el hombre a través de los tiempos?”(24)

En el espíritu de la anterior afirmación se observa una aire ácrata, disidente y hasta escéptico con respecto a esa “carnicería en marcha del espíritu” llamada Historia. Pues, todos los regímenes nos perdona robar, asesinar, violar, cometer las màs espeluznantes fechorías, en fin; se es indulgente con nosotros, siempre que nos apeguemos al fruto del acto. Se nos permite –en palabras de Cioran- caer en el tiempo, pero se nos prohíbe caer del tiempo. O sea, salirnos de la Historia. Sin embargo

“Inminente o no, esta caída es posible, mejor dicho, inevitable. Cuando le toque al hombre, èste dejará de ser un animal histórico.”(25)

Al comienzo de este capítulo dijimos que la Academia nos habìa vendido la baratija de que la Historia tiene un sentido (o varios) Veamos què nos dice Cioran al respecto:

“Un genio maléfico preside los destinos de la Historia; es evidente que ésta no tiene objetivo, pero se halla marcada por una fatalidad que la suple y que le confiere al devenir una apariencia de necesidad. Esta fatalidad, y sòlo ella, es lo que permite hablar sin ridículo de una lógica de la Historia”.(26)

Iracundos ataques como èste son los anatemas que profiere Cioran contra la Filosofía de la Historia y, sobre todo, contra las concepciones escatológicas, “reaccionarias” o “revolucionarias” indistintamente. Es que para este propagandista de la abulia universal, la Historia no es otra cosa que una “cadena de acontecimientos interminables con sus idolatrías inherentes” (27). Y con relación a la conexión dual Hombre-Historia, dice del primero:

“Es su autor y su objeto, el agente y la vìctima. Hasta hoy ha creído dominarla, ahora sabe que se le va de las manos, que se desarrolla en lo insoluble y en lo intolerable.”(28)

La Historia es para Cioran ...”una epopeya demente cuyo desenlace no implica idea alguna de finalidad”(29)

Confieso no conocer una definición mejor de Historia. Pues, còmo asignarle un objetivo sensato y convincente a la misma?

Y con respecto al sentido histórico, que tanto preocupa a los historiadores, nos dice:

“Que la Historia no tenga sentido alguno, es algo que debería alegrarnos y, en todo caso, si se desea a toda costa que la Historia tenga un sentido, èste debe buscarse únicamente en la maldición que pesa sobre ella.” (30)

Obviamente, esa maldición de la cual nos habla Cioran es, sin duda, la idea de finalidad, es decir; el sentido teleológico que TODAS las filosofías de la Historia le atribuyen a la aventura humana.

Segùn la prodigiosa y lúcida mente balkànica de Mircea Elìade, rumano como Cioran, nos dice en su libro MITO Y REALIDAD: “Todos los movimientos milenaristas y escatológicos dan prueba de optimismo”. Reacciona frente al temor de la Historia con una fuerza que sòlo puede suscitar la extrema desesperación. ¿Y quién pone en duda que TODAS las filosofías de la Historia estàn impregnadas de un optimismo demencial? Allì estàn las ficciones mayúsculas del Progreso, el Desarrollo, la idea de Justicia, de Igualdad, que testimonian la tiranìa de la racionalidad logocèntrica que alimenta mitologías tecno-científicas que asfixian el pathos del homo luditas.

Retomando la relación Hombre-Historia, considero –aquì el yo es una toma de responsabilidad del discurso- que es pertinente hablar de una dialéctica de las dos “H”. Esta dialéctica es ilustrativa del carácter insoluble y epocal de la Historia y de su hacedor. Ya hemos dicho, en líneas anteriores, que la Historia no comporta idea alguna de finalidad. No obstante, el Hombre, -animal metafísico por excelencia- està prometèicamente involucrado en la ingenua empresa de un re-encuentro inexistente consigo mismo.

Frente a la avidez, mejor dicho, ante la obsesión de racionalizar lo por-venir, quebrando e incinerando todas las creencias, ha terminado por apartarse de una improbable rejuvenilizaciòn antropológica. Y, sin embargo, aùn asì, sìguense proponiendo fines al devenir de la humanidad; y ello porque, hasta ahora el virus del optimismo preside los signos del procursus històrico.

La sociedad està infectada de proclamas redentoras y TODAS maximizan la eficacia de la Historia como escenario para la salvación del Hombre. Sin embargo, Cioran nos alerta:

“La Historia es indefendible, reaccionemos contra ella con la inflexible abulia del Cínico; o si no, pensemos como todo el mundo, caminemos con la turba de los rebeldes y de los creyentes.” (31)

En fin de cuentas, la inexorabilidad; esa deserción hacia delante es irrevocable, y tanto los que la elogian como los que la execran permanecen dentro de ella. Pues, la Historia es la risotada burlesca del espíritu en marcha hacia la atopìa.

El extranjero elogia el estancamiento, la virtudes de la abulia, las ventajas éticas de la decadencia. ¡Rechazar toda innovación!. Tal parece ser la divisa de este desilusionado, desertor de todas las causas, de todos los ejércitos. Sí, le produce vértigo la sed insaciable de titanismo de ese bípedo extraviado llamado Hombre. Le da asco los efluvios y efectos encandilantes que desprenden las luces del “progreso”.

La llegada del Hombre al umbral de la técnica fue la ocasión, -la ùltima quizás- de detener su huída loca hacia delante. “Pero tomó el camino contrario, sucumbió al encanto y a los atractivos del Progreso.”(32)

Y si hoy podemos respirar y soportar el cretinismo de esta època es gracias al eclipse del mito del “Progreso”. Es màs, deberíamos festejar y celebrar con alborozo inaudito el saber que la megalomanía de ese monstruo superdotado, germen funesto de la naturaleza que, por fin, logró lo que desde siempre necesitó: la bomba atómica; pues ésta ùltima ...”es el resultado no de la ciencia si no del destino del Hombre, es la coronación del Hombre.”(33)

Obviamente, la idea de una catástrofe ùnica, definitiva, es prerrogativa de la vulgaridad del cristianismo, de la chata y vulgar idea de la rectilinealidad de la Historia. Mientras que los habitantes de la Antigüedad, especialmente de la griega, tenían la ventaje, sobre cualquier otra visión de imaginar grandiosos y fulgurantes aniquilamientos periódicos gracias a su “visión circular del tiempo”, a la concepción del “eterno retorno”. En otros términos

“El politeísmo corresponde mejor a la diversidad de nuestras tendencias y de nuestros impulsos, a los que ofrece la posibilidad de ejercerse, de manifestarse, cada una de ellas libre de tender, segùn su naturaleza, hacia el dios que le conviene en ese momento.”(34) En tanto que el cristianismo, o màs generalmente el monoteísmo “comprime nuestra sensibilidad: nos ahonda estrujándonos; sistema de represiones que nos confiere una dimensión interior en detrimento de la expansión de nuestras fuerzas, constituye una barrera, detiene nuestro desarrollo, nos estropea.”(35)

“Hesìodo fuè el primero en elaborar una filosofía de la Historia. Tambièn fue èl quien lanzó la idea de la decadencia. ¡Cuánta luz proyectó sobre el porvenir històrico!. Consideró que la humanidad se encontraba en la edad de hierro, què habría dicho algunos siglos màs tarde?, què diría hoy?

Salvo en épocas obnubiladas por la frivolidad o la utopía, el Hombre siempre pensó que se encontraba al borde de lo peor. Sabiendo lo que sabía, merced a què milagro pudo variar, cesar en sus deseos y sus terrores?”

E.M.CIORAN.

CONTRA LA HISTORIA

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