sábado, 15 de junho de 2013

Logos (Heráclito) fragmento 50



La sentencia habla de Žkoæein, oír y haber oído; de õmolo-geÝn, decir lo Mismo;
del Lñgow, la sentencia y la Leyenda; del ¤gÅ, el pensador mismo, es decir, como
l¡gvn, el que habla. Heráclito considera aquí un oír y decir. Expresa lo que el
Lñgow dice: „En P‹nta, Uno es todo. La sentencia de Heráclito parece
comprensible desde todos los puntos de vista. Sin embargo, aquí todo sigue
siendo cuestionable. Lo más cuestionable de todo es lo más evidente, a saber,
nuestra presuposición de que, para nosotros, los que hemos venido después, para
la inteligencia de la que nos servimos todos los días, lo que Heráclito dice
tiene, de un modo inmediato, que resultar evidente. Es esto una exigencia que,
presumiblemente, no se ha cumplido ni siquiera para los contemporáneos de
Heráclito, como tampoco se ha cumplido para sus compañeros de viaje.

Sin embargo, como mejor podríamos corresponder al pensar de Heráclito sería
reconociendo que quedan algunos enigmas, no únicamente para nosotros, ni
únicamente para los antiguos, sino que estos enigmas están bien en la cosa misma
pensada. Como mejor nos acercaremos a ellos será retirándonos ante ellos.
Entonces se ve que para advertir el enigma como tal enigma, antes que nada es
necesario iluminar aquello que significa Lñgow, l¡gein.

Desde la Antigüedad se interpretó el Lñgow de Heráclito de distintas maneras:
como ratio, como verbum, como ley del mundo, como lo lógico y la necesidad de
pensar, como el sentido, como la razón. Ahí se oye siempre una llamada a la
razón como el módulo que rige el hacer y el dejar de hacer. Sin embargo, ¿qué
puede la razón si ella, junto con la no-razón y la contra-razón, sigue estando
obstinada en el mismo plano de un olvido, un olvido que descuida reflexionar
sobre el provenir esencial de la razón, del mismo modo como descuida prestarse a
este advenimiento? ¿Qué puede hacer la Lógica, logik® (¤pist®mh), del tipo que
sea, si no empezamos nunca prestando atención al Lñgow y yendo tras su esencia
inicial?

Lo que es el Lñgow lo sacamos del l¡gein. ¿Qué significa l¡gein? Todo el mundo
que conozca esta lengua sabe: l¡gein significa decir y hablar; Lñgow significa:
l¡gein como enunciar y legñmenon como lo enunciado



 



Quién podría negar que en la lengua de los griegos desde muy pronto l¡gein
significa hablar, decir, contar? Pero igualmente pronto, y de un modo aún más
originario, y por esto también dentro del significado que hemos mencionado,
significa lo que quiere decir nuestro homónimo «legen»; poner abajo y poner
delante. Aquí prevalece el juntar, el verbo latino legere como leer en el
sentido de ir a buscar y juntar. Propiamente l¡gein significa el poner abajo y
poner delante que se reúne a sí mismo y recoge otras cosas. Empleado en la voz
media l¡gesyai quiere decir: tenderse en el recogimiento del reposo; l¡xow es el
lecho para descansar; lñxow es la emboscada, donde algo está oculto detrás de
algo y está dispuesto. (Hay que considerar aquí también la palabra Žl¡gv) [a
copulativa], en proceso de extinción a partir de Esquilo y Píndaro: algo me
importa, me preocupa.)

Con todo, sigue estando fuera de discusión lo siguiente: l¡gein, por otra parte,
significa además, e incluso de un modo preferente, si no exclusivo: decir y
hablar. ¿En beneficio del sentido corriente de l¡gein, un sentido que predomina
sobre los otros pero que ha cambiado de muchas maneras, tenemos que echar por la
borda el sentido propio de la palabra l¡gein como poner? ¿Podemos atrevernos
siquiera a hacer tal cosa? ¿O es hora ya, al fin, de que nos prestemos a una
pregunta que, presumiblemente, decide muchas cosas? La pregunta dice así:

¿En qué medida el sentido propio de l¡gein, poner, llega al sentido de decir y
de hablar?
Para encontrar un punto de apoyo para una respuesta es necesario reflexionar
sobre lo que hay propiamente en el verbo l¡gein como poner. Legen (poner)
significa esto; poner algo extendido (llevar algo a que esté extendido). Además
legen (poner) es al mismo tiempo: poner una cosa junto a otra, com-poner. Legen
es leer. El leer que nosotros conocemos más, es decir, leer un escrito, sigue
siendo, aunque ahora ha pasado a primer plano, una variedad del leer en el
sentido de: llevar-a-que-(algo) esté-junto-extendido-delante. La recolección de
espigas (Ährenlese) recoge el fruto del suelo. La vendimia (Traubenlese) coge
las bayas de la cepa. El recoger (de abajo, del suelo) y el quitar tienen lugar
en un reunir. Mientras persistamos en el modo de ver habitual, nos inclinaremos
a tomar ya este juntar por el reunir o incluso por la conclusión de este
proceso. Sin embargo, reunir es algo más que un mero amontonar. Reunir implica
ir a buscar y meter dentro. En ello prevalece el poner bajo techo; pero en éste
prevalece el preservar. Aquel «más» por el que el reunir va más allá del simple
coger ávidamente algo del suelo y juntarlo no le viene a éste como un mero
añadido. Y menos aún es lo último que tiene lugar, su conclusión. El preservar
que mete dentro ha dado ya los primeros pasos del reunir y los ha tomado para sí
en el entrelazamiento de la secuencia de éstos. Si únicamente fijamos nuestra
mirada en la sucesión de estos pasos, entonces al coger (de abajo, del suelo)
sigue el juntar; a éste, el meter dentro, y a éste el poner bajo techo, en un
recipiente y en un almacén. De ahí que se imponga la apariencia de que el
guardar y el preservar ya no pertenecen al reunir. Pero ¿qué es de una
recolección que al mismo tiempo no esté movida (tirada) y llevada por el rasgo
fundamental del albergar? El albergar es lo primero en la estructura esencial de
la recolección.

Sin embargo, el albergar, por sí mismo, no alberga cualquier cosa que ocurra en
cualquier lugar y en cualquier tiempo. El reunir que empieza propiamente a
partir del albergar, la recolección, es, en sí misma, de antemano, un elegir
(e-legir) aquello que pide albergamiento. Pero la elección (e-lección), por su
parte, está determinada por aquello que dentro de lo elegible (e-legible) se
muestra como lo selecto (lo mejor). En la estructura esencial de la recolección,
lo primero que hay frente al albergar es el elegir (alemánico: Vor-lese,
pre-lección), al que se inserta la selección que pone bajo sí el juntar, el
meter dentro y el poner bajo techo.

http://www.heideggeriana.com.ar/textos/heraclito.htm

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